El aceite de oliva y el limón son dos pilares de la dieta mediterránea, alabados por sus innumerables beneficios para la salud. Individualmente, son potencias nutricionales: el aceite de oliva, rico en grasas monoinsaturadas y antioxidantes, se asocia con la salud cardiovascular, mientras que el limón, cargado de vitamina C y compuestos bioactivos, es un aliado para el sistema inmunológico y la desintoxicación.
Sin embargo, como con cualquier sustancia, la clave reside en la moderación. Aunque a menudo se recomiendan en combinaciones beneficiosas, el consumo excesivo de aceite de oliva y limón, especialmente en ciertas preparaciones o como «curas milagrosas», puede acarrear efectos secundarios inesperados y potencialmente perjudiciales para la salud. Es crucial desmitificar la idea de que «más es mejor» y comprender cuándo una buena intención puede volverse un problema.

Efectos secundarios del consumo excesivo de aceite de oliva
Uno de los efectos secundarios más comunes del consumo excesivo de aceite de oliva, especialmente si se ingiere en grandes cantidades fuera de las comidas, son los problemas gastrointestinales. Si bien es un lubricante natural para el tracto digestivo, un exceso puede provocar diarrea, calambres abdominales, hinchazón y una sensación general de malestar.
Esto se debe a que el aceite es una grasa y, en dosis elevadas, puede sobrecargar el sistema digestivo, especialmente en personas con sensibilidad intestinal o afecciones preexistentes como el síndrome del intestino irritable (SII).
Además, su alto contenido calórico puede contribuir al aumento de peso si no se ajusta la ingesta calórica total, contrarrestando cualquier beneficio de salud metabólica que se le atribuya en cantidades adecuadas.
Una cucharada de aceite de oliva virgen extra contiene aproximadamente 120 calorías, y estas pueden sumarse rápidamente si se consume sin control, por ejemplo, bebiéndolo directamente en ayunas.
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Efectos secundarios del consumo excesivo de limón
Por otro lado, el limón, a pesar de su frescura y valor nutricional, presenta sus propias desventajas cuando se consume en exceso. El más evidente y preocupante es el daño al esmalte dental. El ácido cítrico presente en el limón es altamente erosivo para el esmalte, la capa protectora de los dientes.
El consumo frecuente y directo de zumo de limón, especialmente sin diluir o enjuagarse la boca después, puede llevar a la sensibilidad dental, el aumento del riesgo de caries y, a largo plazo, la pérdida del esmalte. Esta erosión es irreversible y puede causar problemas dentales crónicos.
Además de los efectos dentales, el ácido del limón puede exacerbar o causar problemas gastroesofágicos. En personas propensas al reflujo ácido o la acidez estomacal, el consumo excesivo de limón puede desencadenar o empeorar los síntomas, provocando ardor de estómago, indigestión y malestar.
Aunque algunas personas encuentran alivio con el limón diluido para el reflujo, la respuesta es altamente individual y lo que funciona para uno puede ser perjudicial para otro. En casos raros y extremos, el uso excesivo de limón en personas sensibles puede llevar a úlceras bucales o irritación de la garganta debido a su naturaleza ácida.
Riesgos al combinar aceite de oliva y limón en exceso
La combinación de ambos en preparaciones o «remedios» que implican grandes volúmenes puede amplificar estos riesgos. Por ejemplo, la popular «cura de aceite de oliva y limón para la desintoxicación del hígado» a menudo sugiere el consumo de grandes cantidades en ayunas, lo que puede sobrecargar el sistema digestivo y provocar los efectos secundarios ya mencionados sin evidencia científica sólida que respalde sus supuestos beneficios desintoxicantes.
Fuente: glamour
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