El fenómeno, descrito por la UNICEF como una “epidemia silenciosa”, está impulsado en gran medida por el consumo de alimentos ultraprocesados y una publicidad agresiva dirigida a los más jóvenes

La obesidad infantil ha alcanzado una cifra sin precedentes en la historia, afectando ya al 10% de la población mundial entre los 5 y los 19 años. Por primera vez, esta crisis de salud global ha superado al bajo peso como la forma más común de malnutrición infantil. (Imagen superior creada por la IA de Google).

obesidad infantil
Imagen creada por la IA de Google

Un cambio en la malnutrición infantil

Durante décadas, la principal preocupación global en la nutrición infantil era el bajo peso, especialmente en países en desarrollo. Sin embargo, los últimos datos revelan un giro alarmante. Ahora hay más niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad que aquellos con bajo peso. Esta transición marca un punto de inflexión, demostrando que la malnutrición ha evolucionado de un problema de escasez a uno de exceso, con graves consecuencias para las futuras generaciones en todo el mundo.

Los motores de la epidemia: comida y publicidad

Según UNICEF, la proliferación de la obesidad infantil es impulsada por dos factores principales. El primero es la omnipresencia de la comida ultraprocesada. Estos productos, altos en calorías, grasas saturadas, azúcares y sodio, son asequibles, accesibles y diseñados para ser hiperpalatables.

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El segundo motor es la publicidad y el marketing agresivo que los promueven, especialmente a través de plataformas digitales y redes sociales que son consumidas por los niños. Este bombardeo de mensajes debilita la capacidad de los padres para promover una alimentación saludable en el hogar.

Implicaciones a largo plazo

El aumento de la obesidad infantil no es solo una cuestión de peso; tiene profundas implicaciones para la salud pública. Los niños con sobrepeso u obesidad tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar enfermedades crónicas en la edad adulta, incluyendo diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares e hipertensión.

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Imagen de Paul Hunt en Pixabay

Además de las consecuencias físicas, esta condición puede tener un impacto negativo en la salud mental de los niños, causando baja autoestima, depresión y acoso escolar. Detener esta epidemia silenciosa es un desafío global que requiere una acción coordinada entre gobiernos, organizaciones de salud y familias.

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