Estos episodios se ven notoriamente sutiles y pueden pasar desapercibidos o confundirse con un simple despiste, especialmente en niños, la población más afectada
Las crisis de ausencia, antes denominadas popularmente como crisis de petit mal (mal menor), son un tipo de crisis epiléptica generalizada que se caracteriza por ser breve y no convulsiva. (Imágenes de IA creadas por Google AI Studio).

A diferencia de las crisis tónico-clónicas (o grand mal), que implican movimientos violentos y pérdida de conciencia prolongada, las crisis de ausencia se manifiestan como una interrupción repentina y fugaz de la conciencia o atención.
¿Qué Son y Cómo se Manifiestan?
Una crisis de ausencia típica implica una desconexión abrupta del entorno. El episodio dura generalmente entre 5 y 15 segundos y rara vez excede los 30 segundos. Durante este tiempo, la persona:
- Se detiene o se queda «congelada» en medio de una actividad, como escribir o hablar.
- Presenta una mirada fija o un parpadeo rápido y repetitivo.
- No responde a estímulos externos, como llamadas o sacudidas suaves.
- No experimenta caída al suelo, ni convulsiones de tipo tónico-clónico.

Una vez que la crisis termina, la persona retoma inmediatamente la actividad que estaba realizando, sin confusión posterior ni recuerdo del evento. Esta característica es clave para diferenciarlas de otros tipos de crisis o desmayos.
La Base Neurológica: Descargas Generalizadas
Desde el punto de vista neurológico, las crisis de ausencia son el resultado de una actividad eléctrica anormal en ambos hemisferios cerebrales simultáneamente. Esto las clasifica como crisis generalizadas. El patrón característico en el electroencefalograma (EEG) durante una ausencia es una «descarga de punta-onda a 3 Hertz (Hz)». Esto indica que las neuronas están disparando de manera sincrónica y anómala a una velocidad de tres veces por segundo.

Se cree que estas crisis están relacionadas con una alteración en los circuitos tálamo-corticales, que son responsables de regular la conciencia y el estado de alerta. Aunque la causa exacta de la epilepsia de ausencia es a menudo desconocida (idiopática), existe una fuerte predisposición genética. Así, se trata de un tipo de epilepsia común en la infancia y la adolescencia.
La Diferencia con las Ausencias Atípicas y las Crisis Focales
Es importante distinguir la crisis de ausencia «típica» de otras condiciones similares:
- Ausencias Atípicas: Estas crisis son similares en cuanto a la desconexión, pero suelen ser más prolongadas, el inicio y el final son menos abruptos, y a menudo se acompañan de otros signos motores sutiles o un breve período de confusión post-crisis. Estas son comunes en síndromes epilépticos más complejos, como el Síndrome de Lennox-Gastaut.
- Crisis Focales con Alteración de la Conciencia: Estas crisis comienzan en una región específica del cerebro. Aunque también causan una «desconexión», suelen durar más, y pueden incluir automatismos más elaborados (como masticar, frotarse las manos o caminar sin propósito) y un período de confusión más largo después del evento.
Tratamiento y Pronóstico
El pronóstico para la epilepsia de ausencia es generalmente muy favorable, especialmente cuando se diagnostica y trata a tiempo. La mayoría de los niños superan esta condición durante la adolescencia.
- Medicamentos Antiepilépticos (MAE): El tratamiento de elección suele ser el ácido valproico, la etosuximida o la lamotrigina. La etosuximida es particularmente efectiva para las ausencias típicas y tiene menos efectos secundarios cognitivos, lo que la convierte en una opción muy común en niños.
- Implicaciones Escolares: Debido a la frecuencia con la que ocurren (pueden ser decenas o cientos por día), las crisis de ausencia pueden afectar gravemente el rendimiento escolar, ya que el niño pierde fragmentos de información constantemente. Un diagnóstico temprano es crucial para informar a la escuela y evitar que el niño sea etiquetado incorrectamente como distraído o perezoso.
Si bien las crisis de ausencia son, por definición, no peligrosas para la vida, su impacto en la calidad de vida y el desarrollo cognitivo es significativo, lo que subraya la necesidad de un manejo médico riguroso.
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