El microbioma intestinal influye en los sistemas del cuerpo humano, creando neuroquímicos como la serotonina y comunicarse con el sistema nervioso central; además, su relación con el cerebro influye en la demencia y el autismo
Los autores de un nuevo estudio centraron sus esfuerzos en investigar el vínculo entre el microbioma (las bacterias intestinales) y la enfermedad de Parkinson; de esta forma, recogieron muestras de tejido del apéndice de personas con Parkinson y un grupo de personas sin esta afección.
Lee también… La sonrisa y los tratamientos odontológicos para armonizarla
Muchas personas consideran que el apéndice no tiene ninguna función biológica; pero existe una creciente evidencia científica de que actúa como reservorio de microbios intestinales y alfa-sinucleína; la proteína característica del Parkinson.
Los investigadores también recolectaron muestras del íleon y el hígado, que tienen un papel sumamente importante en la producción de ácidos biliares.
La sustancia se libera en los intestinos, para ayudar a descompensar las grasas. Así, estas sales biliares son uno de los componentes clave de la bilis, que ayuda a descomponer estas grasas.
Microbiomas y Parkinson
Estudiando las diferencias en la composición microbiana, los investigadores compraron el microbioma del apéndice de 12 personas con Parkinson y 16 del grupo de control; de esta forma, encontraron que los apéndices de las persoans con esta afección tenían niveles más altos de peptostreptococcaceae, Lachonospiraceae y Burkholderialies
Algunas especies de estos géneros codifican la enzima limitante para la síntesis de ácidos biliares secundarios; tomando en cuenta el hecho, de que el microbioma del apéndice tiene un enriquecimiento de la microbiota que metaboliza los ácidos biliares.
El estudio, determinó que las especies bacterianas responsables de la producción de los ácidos secundarios en el intestino grueso estaban elevadas en el apéndice.
En las personas con Párkinson, hubo una disminución de las proteínas que afectan el metabolismo de los lípidos; así como un deterioro en las vías involucradas en otra actividad, como la localización de proteínas, presentación de antígenos, glucólisis y actividad inmune.
Los autores sugieren que la enfermedad de Parkinson podría alterar el control de los ácidos biliares; además de regular los niveles de colesterol y metabolismo de las grasas.