El agua con gas es una bebida que se obtiene al añadir anhídrido carbónico a agua mineral natural o potable. Esta adición le confiere un sabor ácido y una apariencia burbujeante que la hace refrescante y atractiva para muchas personas.

Pero ¿es buena o mala para la salud? ¿Qué beneficios y riesgos tiene su consumo? En este artículo vamos a intentar responder a estas preguntas basándonos en la evidencia científica disponible.

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Foto referencial – Foto de Kindel Media

Beneficios del agua con gas

Según la Asociación Española de Dietistas y Nutricionistas (AEDN), beber este tipo de agua en cantidades moderadas no representa un riesgo para la salud. De hecho, puede ofrecer algunos beneficios. Uno de ellos es que puede ayudar a aliviar la indigestión y la sensación de pesadez después de una comida abundante. Esto se debe a que el ácido carbónico estimula la secreción de jugos gástricos y facilita la digestión de las proteínas.

Otro beneficio del agua con gas es que puede proporcionar una sensación de saciedad, lo que puede ayudar a controlar el apetito y el peso corporal. Esto ocurre porque el anhídrido carbónico se convierte en dióxido de carbono al entrar en contacto con el pH ácido del estómago, lo que genera una presión en las paredes del órgano que reduce el espacio disponible para los alimentos.

Además, el agua con gas puede aportar nutrientes al organismo, como calcio, potasio, magnesio, cloro, sodio y litio, dependiendo del tipo de agua mineral que se utilice. Estos minerales son esenciales para el buen funcionamiento de los sistemas nervioso, muscular, óseo y cardiovascular².

Por último, el agua con gas puede ser una alternativa saludable a otras bebidas azucaradas o alcohólicas, ya que no contiene calorías ni aditivos. Así, se puede contribuir a la hidratación adecuada del cuerpo sin añadir sustancias perjudiciales.

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Riesgos del agua con gas

A pesar de los beneficios mencionados, el consumo excesivo o inadecuado de agua con gas también puede tener efectos negativos para la salud. Algunos de ellos son los siguientes:

  • Aumento de la hinchazón abdominal y de los gases intestinales. Esto se debe a que el dióxido de carbono liberado en el estómago puede pasar al intestino y provocar flatulencias y distensión. Este efecto puede ser más intenso si se bebe agua con gas muy fría o si se ingiere aire al beberla.
  • Agravamiento de los síntomas de reflujo gastroesofágico. El reflujo ocurre cuando el contenido ácido del estómago sube hacia el esófago, causando ardor, dolor y tos. El agua con gas puede empeorar esta situación al aumentar la acidez gástrica y la presión en el estómago, lo que facilita el retorno del ácido hacia arriba.
  • Alteración del equilibrio hidroelectrolítico. El agua con gas suele contener más sodio que el agua sin gas, lo que puede aumentar la retención de líquidos y la presión arterial en personas sensibles o con problemas cardíacos o renales. Por eso, se recomienda elegir aguas con gas bajas en sodio o alternarlas con aguas sin gas.
  • Daño en el esmalte dental. El ácido carbónico del agua con gas puede erosionar el esmalte dental y favorecer la aparición de caries si se consume con frecuencia y sin una adecuada higiene bucal. Para prevenir este efecto, se aconseja beber agua con gas con un pitillo, enjuagarse la boca después de beberla y esperar al menos media hora antes de cepillarse los dientes.

El agua con gas es una bebida que puede tener beneficios para la salud si se consume con moderación y precaución. Puede ayudar a mejorar la digestión, la saciedad, la hidratación y el aporte de minerales.

Sin embargo, también puede tener riesgos si se abusa de ella o si se tiene alguna condición médica que la contraindique. Por eso, se recomienda consultar con el médico o el nutricionista antes de incluirla en la dieta habitual y elegir aguas con gas de calidad y bajo contenido en sodio.

Fuente: vitonica

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