Quizás de las preguntas más hermosas de la vida, es cuando logramos detenernos a sentir y pensar para qué estamos aquí
Vidas pasadas | ¿Para qué estamos aquí? – Imagen superior de Victoria en Pixabay
Cuando tenía unos 11 o 12 años, mientras acudíamos a nuestras primeras fiestas de amigos, me quedaba viendo a las estrellas, entre el barullo y las risas de todos los chicos. Nos reíamos mucho cuando uno de nuestros amigos me colocaba la mano delante de los ojos, buscando saludar y traerme de vuelta a este plano. Ya desde entonces yo filosofaba, y de seguro muchos de ustedes también.

La adolescencia es una de las etapas más hermosas de cada vida humana. Pues es el primer momento en que detenemos el tiempo con mayor consciencia y comenzamos a profundizar, ya no sólo sobre la muerte (que ya nos viene preocupando desde los 5 o 6 años al menos), sino que ahora podemos reflexionar acerca de nosotros mismos:
“¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos aquí?”
A veces estas preguntas pueden tomar la forma de: ¿Qué quiero hacer en mi vida? ¿Qué quiero hacer cuando sea mayor?
La pregunta, viene atada a la idea de una dedicación, profesión o estudio. Pero si nos vamos más profundo, veremos que detrás de esas preguntas transcurre un diálogo no necesariamente consciente pero sí absolutamente existencial.
El individuo está siempre en búsqueda del sentido de su propia existencia, lo tenga completamente consciente o no.
Cuando esos adolescentes se hacen adulto, se insertan en alguna parte de todas las infinitas posibilidades que pudieran haber tomado sus caminos. Y una mayoría se “duerme”, delegando a la inercia su capacidad de reflexionar y dialogar consigo mismos, reposando su consciencia a una cotidianidad que se llena de temas por solucionar.

¡Algunos, logran mantenerse vivos! Sosteniendo el ímpetu y el impulso de existir con una pulsión de vida que crea y se recrea constantemente, y que denota un deseo y la búsqueda por desarrollar su capacidad de hacer aquello que sueñan una realidad.
Ese deseo, ese ímpetu, ese impulso de vivir, es en sí mismo el primer gran propósito: ¡Estar Vivos! Mientras estamos viviendo.
Y luego, si nos adentramos aún más en la búsqueda interna y la reflexión, veremos cómo la mayoría hemos venido a cumplir alguna misión, alguna tarea, sea en forma de lecciones que aprender y/o en dones que dar y ofrecer a la existencia.

Ya he hablado del karma, que serían las lecciones. Por lo que me remitiré a la segunda parte: el Dharma.
Tu alma, que tiene una cualidad esencial, con sólo estar aquí ya trae esos atributos a la vida. Algunos de esos atributos se podrán ejercer con conocimiento de causa; es decir, de forma consciente, con intención y voluntad

Por ejemplo, puedes sentir que vienes al mundo a enseñar a las personas cómo cuidar a las ballenas, y tratar a todos los seres vivos por igual, dando el ejemplo y enseñando a otros cómo hacerlo. Otro podrá sentir que viene a componer su música, y traer una sabiduría y una vibración que resonará en los dispositivos de cada uno de nosotros por estos días. Y cada uno a lo suyo. Hemos venido con una tarea, una misión, un propósito, que va más allá de “recibir aprendizajes”, y más bien está en “darnos al mundo”, en ofrecer nuestros dones, y hacer girar aún más bonito la rueda del universo con todo su potencial creativo.

Estos aportes no siempre son gigantes ni para grandes grupos. A veces tu propósito puede remitirse a dar amor a tus hijos, a ser ejemplo para tus amigos, a ayudar a otros en modos sencillos. Su espíritu libre, alegre y sencillo, en su esencia, ya es una ofrenda a este mundo.
La extensión y cualidad de ese propósito se remite a un acuerdo que has asumido previamente a encarnar aquí.
Y ahora que estás conmigo, leyendo y compartiendo esta reflexión. Aprovecha y toma un tiempo para pensar pero sobretodo para sentir:
¿Para qué estás aquí? ¿Qué aporte, regalo, legado quieres ofrecer al mundo con tu existencia?
Respira, siente y verás como llamas a tu corazón todas tus respuestas. ¡Hasta un próximo “Encuentros para el Alma”!
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