Después de un periodo de inactividad, ya sea por una lesión, enfermedad, falta de tiempo o simplemente una pausa en la rutina, la idea de volver a hacer ejercicio puede parecer desalentadora. Sin embargo, retomar la actividad física es crucial para la salud física y mental a largo plazo.

La clave para un retorno exitoso y sostenible radica en la paciencia, la gradualidad y la escucha atenta a las señales de nuestro cuerpo.

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Consulta profesional: El primer paso hacia un retorno seguro

El primer paso fundamental es consultar con un profesional de la salud. Especialmente si el periodo de descanso fue prolongado o estuvo asociado a alguna condición médica, es importante obtener la aprobación de un médico antes de reiniciar cualquier programa de ejercicios.

Un profesional puede evaluar tu estado físico actual, identificar posibles limitaciones y ofrecer recomendaciones personalizadas para un retorno seguro. Esta evaluación inicial te proporcionará una base sólida para planificar tu regreso a la actividad física de manera informada y responsable.

Metas realistas: Construyendo un camino sostenible

Una vez que tengas la luz verde, el siguiente paso es establecer metas realistas y alcanzables. Olvídate de intentar recuperar el nivel de intensidad que tenías antes de la pausa de la noche a la mañana. Comienza con objetivos modestos, como caminar durante 20 minutos tres veces por semana o realizar una sesión de ejercicios suaves de bajo impacto.

Celebrar los pequeños logros te mantendrá motivado y te ayudará a construir una base sólida para progresar. Define metas SMART (Específicas, Medibles, Alcanzables, Relevantes y con plazos definidos) para tener un marco claro de lo que quieres lograr.

Progresión gradual: La clave para evitar lesiones y agotamiento

La progresión gradual es la piedra angular de un retorno exitoso. Empieza con sesiones de ejercicio más cortas y de menor intensidad de lo que solías hacer. A medida que tu cuerpo se adapta y te sientes más cómodo, puedes aumentar gradualmente la duración, la intensidad y la frecuencia de tus entrenamientos.

No te apresures; permitir que tu cuerpo se reacondicione de forma paulatina reduce significativamente el riesgo de lesiones musculares, tendinitis y otros problemas asociados a un esfuerzo excesivo repentino. Escucha las señales de tu cuerpo y aumenta la carga de trabajo solo cuando te sientas preparado.

Escucha a tu cuerpo: Reconociendo las señales importantes

Es crucial escuchar a tu cuerpo durante este proceso. Presta atención a cualquier señal de dolor o molestia inusual. Un poco de dolor muscular de aparición tardía (DOMS) después de un entrenamiento es normal, especialmente al principio, pero el dolor agudo o persistente indica que debes disminuir la intensidad o detenerte por completo.

No dudes en tomar días de descanso activos o pasivos cuando los necesites; el descanso es tan importante como el ejercicio para la recuperación muscular, la reparación de tejidos y la prevención del sobreentrenamiento. Aprende a diferenciar entre el esfuerzo saludable y el dolor que indica un problema.

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Elige actividades que disfrutes: Fomentando la adherencia a largo plazo

Volver al ejercicio no tiene por qué ser una tarea tediosa. Explora diferentes opciones como caminar, nadar, andar en bicicleta, bailar, practicar yoga o pilates. Encontrar una actividad que te resulte placentera aumentará tu motivación intrínseca y hará que sea más probable que la incorpores a tu rutina a largo plazo.

Considera la posibilidad de unirte a una clase grupal o entrenar con un amigo para obtener apoyo social adicional y hacer el ejercicio más divertido y comprometedor. La variedad también puede ayudar a mantener el interés y trabajar diferentes grupos musculares.

Calentamiento y enfriamiento: Preparando y recuperando tu cuerpo

El calentamiento prepara tus músculos para la actividad, aumentando el flujo sanguíneo, la temperatura muscular y la flexibilidad, lo que ayuda a prevenir desgarros y otras lesiones. Un calentamiento típico puede incluir de 5 a 10 minutos de ejercicios cardiovasculares suaves (como trotar en el lugar o saltar) y estiramientos dinámicos (movimientos activos que imitan los ejercicios que vas a realizar).

El enfriamiento al final de la sesión permite que tu ritmo cardíaco vuelva a la normalidad gradualmente y ayuda a reducir la rigidez muscular y la acumulación de ácido láctico. Los estiramientos estáticos (mantener una posición durante un tiempo) son ideales para la fase de enfriamiento, mejorando la flexibilidad a largo plazo.

Consistencia sobre intensidad: Construyendo hábitos duraderos

Intenta establecer un horario regular de ejercicio y cúmplelo en la medida de lo posible. Incluso sesiones cortas y frecuentes (por ejemplo, 30 minutos la mayoría de los días de la semana) son más beneficiosas a largo plazo que entrenamientos esporádicos e intensos.

Considera el ejercicio como una parte integral de tu rutina diaria, al igual que otras actividades esenciales para tu bienestar. Planifica tus entrenamientos como lo harías con cualquier otra cita importante.

Paciencia y persistencia: Un viaje hacia una vida activa

Finalmente, sé paciente contigo mismo. Habrá días en los que te sientas con menos energía o motivación, y eso es completamente normal. No te castigues por saltarte un entrenamiento ocasionalmente; la vida sucede. Lo importante es reconocerlo y volver a encarrilarte lo antes posible.

Recuerda los numerosos beneficios que el ejercicio regular aporta a tu salud física, mental y emocional, y celebra cada pequeño paso que das hacia un estilo de vida más activo y saludable.

Volver al ejercicio después de un descanso es un viaje personal, no una carrera, y la perseverancia es fundamental para alcanzar tus objetivos a largo plazo.

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