Con la llegada del invierno y las bajas temperaturas, muchas personas notan un incremento en las contracturas musculares, especialmente en zonas como el cuello, los hombros y la espalda. Este fenómeno no es casualidad; el frío actúa directamente sobre nuestro sistema neuromuscular, desencadenando una serie de respuestas fisiológicas destinadas a conservar el calor corporal, las cuales, paradójicamente, aumentan nuestra susceptibilidad a sufrir estas dolorosas tensiones.
Entender la relación entre el frío y la rigidez muscular es el primer paso para prevenirla. Las contracturas aparecen cuando las fibras musculares quedan en una contracción permanente e involuntaria, causando dolor e incomodidad. Aunque muchas veces culpamos al estrés, el descenso de la temperatura intensifica este problema a través de la vasoconstricción, la falta de preparación y los cambios posturales.

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La Respuesta Corporal al Frío: Vasoconstricción y Rigidez
El cuerpo humano tiene un mecanismo de defensa fundamental contra el frío: la vasoconstricción. Los vasos sanguíneos que irrigan la piel se estrechan para concentrar el calor en los órganos vitales. Aunque útil para la supervivencia, este proceso reduce el flujo de sangre que llega a los músculos superficiales.
Esta disminución del riego sanguíneo trae consecuencias directas:
- Menos oxígeno y nutrientes: Los músculos reciben menos elementos esenciales.
- Acumulación de residuos: Los subproductos metabólicos, como el ácido láctico, se eliminan más lentamente.
Esta falta de suministro y acumulación de desechos aumenta la rigidez muscular y facilita la aparición de los dolorosos puntos de contractura.
2. Preparación Muscular Insuficiente
Cuando hace frío, los músculos tardan mucho más tiempo en calentarse y alcanzar su temperatura óptima de funcionamiento. Si iniciamos una actividad física o simplemente realizamos movimientos bruscos sin la preparación adecuada, exponemos al músculo frío a un esfuerzo inesperado.
Un músculo frío es un músculo más vulnerable. La falta de calentamiento adecuado en invierno provoca que las fibras musculares sean menos elásticas, lo que incrementa significativamente el riesgo de que se produzca un tirón o una contractura ante el más mínimo esfuerzo. Tómate siempre un tiempo adicional para estirar y calentar.
3. Adopción de Posturas Defensivas
Instintivamente, cuando sentimos frío, encogemos los hombros, tensamos el cuello y curveamos la espalda, buscando protegernos del aire. Mantenemos estas posturas defensivas y forzadas durante periodos prolongados sin darnos cuenta.
Esta tensión muscular constante y sostenida, especialmente en la zona cervical y dorsal, genera una sobrecarga en los trapecios y otros músculos de la espalda. Esta sobrecarga postural es una causa directa y muy común de las contracturas que experimentamos durante los meses más fríos.
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Conclusión
El frío no solo genera incomodidad, sino que actúa como un catalizador de las contracturas musculares a través de la vasoconstricción, la falta de calentamiento y las posturas protectoras. Para evitar estas dolencias, siempre abriga bien tu cuerpo, realiza un calentamiento adecuado antes de cualquier ejercicio y sé consciente de relajar tus hombros y cuello.

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