De la reacción a la respuesta: el arte de recuperar el control
Seguro te ha pasado: alguien dice algo que te molesta y, antes de que puedas pensarlo, ya soltaste un comentario cortante o tomaste una decisión impulsiva de la que te arrepientes cinco minutos después. Reaccionar es casi un reflejo automático de nuestro cerebro, pero aprender a responder es lo que realmente nos permite mantener el control de nuestra vida y nuestras relaciones. Hoy te ubicarás entre el estímulo y la respuesta. (Imágenes creadas con la IA de Google AI Studio).

¿Por qué reaccionamos por instinto?
La razón por la que reaccionamos de forma explosiva o impulsiva está en nuestra biología. El psicólogo Daniel Goleman popularizó el término secuestro de la amígdala para describir esos momentos en los que la parte más primitiva de nuestro cerebro toma el mando. La amígdala detecta una amenaza emocional y activa una respuesta de lucha o huida mucho antes de que nuestra parte racional, la corteza prefrontal, pueda procesar qué está pasando.

En el pasado, este mecanismo nos salvaba de depredadores, pero hoy se activa por un mensaje de texto o un comentario en el trabajo, dejándonos en una posición defensiva que rara vez ayuda a resolver el conflicto.
El espacio entre el estímulo y la respuesta
El psiquiatra Viktor Frankl mencionaba que entre el estímulo y la respuesta hay un espacio, y que en ese espacio reside nuestra libertad y nuestro poder para elegir. Cultivar ese pequeño margen de tiempo es la diferencia entre ser esclavos de nuestros impulsos o dueños de nuestras acciones.

Cuando logramos pausar, permitimos que la información llegue a la corteza prefrontal. Esto nos da la oportunidad de analizar las consecuencias y elegir una respuesta que sea coherente con nuestros valores y no solo un desahogo momentáneo.
Beneficios de elegir cómo responder
Practicar la respuesta consciente mejora directamente nuestra salud mental y social:
- Menos estrés: Al no escalar los conflictos, los niveles de cortisol se mantienen estables.
- Mejores relaciones: La comunicación se vuelve constructiva en lugar de destructiva.
- Autonomía emocional: Sientes que tú decides cómo te afecta el entorno, en lugar de ser una víctima de las circunstancias.
Razonamiento y tiempos neuronales
Para entender por qué la pausa es tan necesaria, veamos la diferencia de velocidad en el procesamiento cerebral:
- Procesamiento emocional (Amígdala): Se activa en aproximadamente 20 a 30 milisegundos tras recibir un estímulo visual o auditivo.
- Procesamiento racional (Corteza prefrontal): Tarda aproximadamente entre 250 y 500 milisegundos o más en evaluar la situación y planificar una respuesta compleja.

Cálculo del retraso: Existe una brecha de tiempo de al menos 200 milisegundos donde estamos funcionando puramente por instinto. Por eso, la recomendación de contar hasta diez tiene una base real: le da a tu cerebro racional el tiempo suficiente para ponerse al día con tus emociones.
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