Caminar es, sin duda, una de las mejores actividades para la salud cardiovascular, la gestión del estrés y el mantenimiento de un peso saludable. Es accesible, de bajo impacto y favorece la resistencia cardiorrespiratoria, lo cual es vital a cualquier edad

Caminata | Imagen superior de Daniel Reche en Pixabay

Sin embargo, a medida que el cuerpo atraviesa los 30 y 40 años, la caminata deja de ser suficiente para contrarrestar el principal desafío biológico del envejecimiento: la pérdida de masa muscular y ósea.

El enemigo silencioso: la sarcopenia

La masa muscular comienza a disminuir gradualmente a partir de los 30 años, un proceso conocido como sarcopenia. Esta pérdida se acelera después de los 50.

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Foto de Kampus Production en Pexels

La sarcopenia no solo reduce la fuerza, sino que también ralentiza el metabolismo, lo que dificulta el control de peso y aumenta el riesgo de padecer enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2. Es aquí donde el entrenamiento de fuerza se convierte en una medicina preventiva insustituible.

Los beneficios transformadores del entrenamiento de fuerza

El ejercicio de fuerza, ya sea con pesas, bandas elásticas o el propio peso corporal (calistenia), ofrece beneficios que la caminata por sí sola no puede igualar:

  1. Lucha contra la pérdida ósea: La tensión mecánica que ejerce el músculo sobre el hueso estimula el aumento de la densidad mineral ósea, previniendo la osteopenia y la osteoporosis. Esto es especialmente crucial en mujeres a partir de la menopausia.
  2. Acelera el metabolismo: El músculo es tejido metabólicamente activo. Mantener o aumentar la masa muscular incrementa la tasa metabólica en reposo, lo que ayuda a quemar más calorías incluso sin hacer ejercicio.
  3. Mejora la funcionalidad y el equilibrio: Un tronco y unas piernas fuertes mejoran la coordinación y la estabilidad. Esto reduce drásticamente el riesgo de caídas y fracturas, una de las principales causas de discapacidad en la vejez.

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Foto de The Lazy Artist Gallery en Pexels

El momento de empezar es ahora

Los expertos son claros: el entrenamiento de fuerza no es solo para culturistas; es un requisito funcional para envejecer con autonomía. A partir de los 40 años, se vuelve imprescindible, pero cuanto antes se incorpore, mejores serán los resultados a largo plazo. No es necesario convertirse en un «Tarzán de repente»; basta con comenzar con dos sesiones semanales, priorizando la técnica y la progresión gradual del peso. La combinación ideal para una longevidad activa es la sinergia entre el ejercicio cardiovascular (como caminar) y el entrenamiento de resistencia.

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