El hambre emocional, no es otra cosa que comer alimentos sin hambre real y solo por mitigar cualquier emoción incomoda; pues no hemos aprendido a superar nuestra interacción anímica con el alimento que nace de la niñez. Si no caemos presente o concientizamos este problema para controlarlo, el “hambre emocional” puede transformarse en algo mucho peor: adicción a la comida.
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¿Por qué?
Pues la sociedad actualizada y la industria alimenticia realizan todo lo posible para que químicamente los productos que elaboran nos atraigan o seduzcan ciegamente. Entiéndase, el elemento emocional no es solo lo que está impulsando este comportamiento, pues la “comida chatarra”, que principalmente buscamos como consuelo; pues no abrimos la nevera o despensa intentando encontrar una zanahoria o una fruta, todo lo contrario, lo que nos proboca devorar son unas galletas, un helado, un chocolate o un snack salado, que por casualidad permanecen repletos de sustancias adictivas, primordialmente de azúcar; es más, una vez que no hay un problema de hambre emocional; la adicción a la comida por sí solo podría ser por igual un problema.
La interacción o parecido entre la adicción a la comida y a las drogas recreativas es súper sorprendente y, sin lugar a duda, de mayor relevancia de lo cual la mayor parte sospechamos; debido a que los científicos han definido la existencia, de un elevado nivel de correspondencia en medio de las zonas del cerebro relacionadas en el procesamiento de las recompensas ante las drogas (licitas o no) y las comidas.
Increíble
El azúcar y los dulces tienen la posibilidad de ser capaces de suplir drogas como la cocaína e inclusive, en lo cual respecta a la respuesta del cerebro, tienen la posibilidad de llegar a ser hasta más gratificantes. Los drásticos efectos estimulantes que el azúcar producen en el cerebro argumentan el por qué varios expresan complejidad para el control de su ingesta de dulces, por esto, debemos ponerles la lupa a los riesgos de la adicción al azúcar y el efecto que poseen en nuestra salud y sobrepeso.
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El azúcar se esconde
En otras palabras, según profesionales, los azúcares agregados se ocultan en el 74% de los alimentos procesados que compramos y además con bastante más de 60 nombres diferentes, es decir, esto propicia los antojos y la adicción a la comida, que seguramente poseen un efecto importante en nuestra salud a corto plazo.
La recomendación es reducir el consumo de comidas procesadas y empacadas.
Cualquier alimento puede generar placer, pero especialmente con elevado contenido de azúcar refinada, sal y grasa. ¿La razón? Trata sobre el instinto congénito de supervivencia corporal.
Una vez que se consume numerosos “hiper estimuladores”, como por ejemplo, la cocaína, el sacarosa, alcohol o el sexo, el centro de recompensa de su cerebro apunta que está sobre estimulado, lo que es percibido por este como una amenaza para la supervivencia, por lo cual busca contrarrestarlo reduciendo nuestro sentido de placer y recompensa.
Sin embargo, esta táctica de supervivencia crea otro problema, debido a que ahora no sentiremos el mismo placer ni la misma recompensa que experimentamos una vez que comenzamos a consumir los alimentos que ocasionaron nuestra adicción, ya sean éstos comida o drogas.
Como consecuencia, nos volvemos tolerantes, lo cual supone que cada vez requerimos más porción para saciar nuestra adicción, jamás lograremos sentir completamente la euforia que en cualquier momento experimentamos, lo cual va a hacer que los antojos adictivos se vayan realizando cada vez más fuertes.
Los traumas infantiles predisponen a una futura adicción
Otro componente que puede perjudicar la porción del cerebro relacionada con la adicción es vivir algún tipo de abuso, físico, emocional o sexual, negligencia u otro trauma durante el crecimiento, la juventud y la adultez temprana, lo cual nos hace más sensibles a la adicción.
¿Cómo superar la adicción?
La buena noticia es que se puede, pero en esta situación, lo adecuado es buscar ayuda de un especialista, para entablar o diseñar un plan para poder lograr la meta. En algunas ocasiones es positivo valerse de la dieta cetógenica o el ayuno intermitente, por periodos de tiempo cortos, mas no como “forma de vida”, sino hasta que se pueda superar el problema. Esta clase de planes alimenticios instaurados de forma errónea y de manera persistente tienen la posibilidad de traer consigo otros inconvenientes de salud.
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