El consumo de hongos alucinógenos no es tan común como el de otras drogas; algunos estudios refieren que la prevalencia de este consumo, en la población de 14 y 18 años, está en el 1,7%. En otras franjas de edad, este porcentaje varía.
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Comparado con otras sustancias de abuso, la mortalidad por el consumo de estos hongos también es baja, menor del 1%; relacionada probablemente con el consumo de otras sustancias psicotrópicas, aunadas a traumatismos en el contexto de la intoxicación.
La seguridad en comparación con otras drogas, es una de las cinco cuestiones que conviene aclarar entre los expertos. Lo primero que hay que explicar, es qué son estos hongos y cuáles alucinógenos contienen.
Existen al menos 200 tipos de hongos
Luis Fernando Alguacil, catedrático de Farmacología y director del Instituto de Estudios de las Adicciones, señala que hay casi 200 componentes descritos, junto la baeocistina y la borbaeocistina.
Otro gran grupo lo conforman las setas psicoactivas del género amanita; asimismo, es importante destacar que existe un «hongo grande de la risa», cuyo nombre científico es Gymnopilus spectabilis, que es causante de intoxicaciones alucinógenas.
Las setas alucinógenas pueden estar frescas o secas. En general, las personas que las consumen las ingieren frecuentemente mezcladas con alimentos o alcohol, para ocultar su nivel amargo.
Igualmente, los expertos añaden que la seguridad de las setas alucinógenas es en poco superior al LSD o el peyote. De hecho, hay un potente alucinógeno del que se ha hablado últimamente en las redes sociales; el veneno del sapo Bufus alvarius, también conocido como la molécula de Dios.
Las setas son drogas recreativas potentes, con mayor riesgo del que se cree popularmente. Además, no van a generar conductas adictivas ni están relacionadas con tantos problemas cardiovasculares y mortalidad, como otros tipos de drogas.
Los hongos producen alucinaciones de tipo visual o auditivo, ya que generan cambios momentáneos en los sentidos. También pueden producir efectos de despersonalización o de disociación de la persona, así como la distorsión absoluta de la percepción del tiempo.