El extraño fenómeno vivido por unas familias ahí…
Las familias Pérez, Lander, Sosa, Perdomo, Belandria, Cisneros, Schemel, Soto, Miramar, González, Blanco, Sánchez, Hernández y, en realidad todas las familias de un país del sur de América, se vieron sorprendidos recientemente con la suspensión del servicio eléctrico
La electricidad es sin duda una de las invenciones humanas más importantes. Es una de las principales fuentes de luz y una de las formas de energía más usada en el mundo actual. Es difícil imaginarnos el mundo sin ella, independientemente de su forma de generación y distribución. Sin ella no existiría la iluminación nocturna, las comunicaciones de radio y televisión, los servicios telefónicos. Tendríamos que prescindir de aparatos eléctricos que ya son parte de nuestro diario vivir. Incluso ya se hacen pruebas de carros que funcionarán con electricidad.
Créditos por la imagen destacada para Flora Westbrook en Pexels

Todos estos beneficios y bondades dadas por la electricidad se perdieron de un momento a otro. Y así las formas conocidas de vivir con el uso de ella.
Pongamos el foco en el uso de dispositivos electrónicos de comunicación y entretenimiento: celulares, televisores, consolas de juego, computadoras de mesa o portátiles, equipos de sonido y radio comunicación. Incluso los teléfonos de casa que ya no son analógicos y menos aun cableados. Sin contar, por supuesto, lo relacionado al funcionamiento de un país, como: empresas, transporte aéreo, terrestre y subterráneo; hospitales y escuelas, bancas y finanzas, ascensores y pare de contar.
La luz dentro de la oscuridad
Las noches se hicieron más largas, muy largas para muchos. Todo aquello eléctrico que nos trae beneficio de entretenimiento y comunicación con otros ahora estaba apagado, redes sociales, medios y canales de comunicación, incluso el libro digital quedo donde se marco la última vez.
Las casas se hicieron ruidosas las primeras horas de aquel apagón sin precedentes, todo lo que se escuchaba era una queja que lamentaba mas la imposibilidad de uso de dispositivos electrónicos que la electricidad misma, luego el temor a perder la comida refrigerada y de acuerdo a las necesidades reales de cada quien se sumaban otras quejas.

Pasaron las horas, las quejas ya no servían, se hizo urgente seguir las sugerencias de especialistas o sin ellas fue apareciendo la luz, la de la historia, la del afecto, la de la familia, la de la presencia en el presente. Aun sin pensarlo cada miembro de la familia se detuvo en la existencia real del otro, de papá, de mamá, de cada hijo y cada hermano, de los abuelos, tíos, primos y de todo aquel que aun viviendo bajo el mismo techo hace mucho que resultaba casi invisible y con quien el contacto era muchas veces a través de un mensaje de Whatssap, Facebook, Instagram o Twitter.
Las salas de las casas retomaron su función y todos volvieron a sentarse en aquellos muebles que por falta de uso parecían nuevos a pesar de los años (de estar todos encerrados en sus cuartos con sus teléfonos)
Volvieron a verse a las caras ya casi desconocidas, se compartieron de nuevo las historias personales, metas, situaciones presentes, los chistes (buenos y malos), hasta un regaño se pudo colar, un consejo, uy y cuantos abrazos pendientes se dieron. Muchos volvieron a dormir sobre las piernas de algún familiar, se dieron las mejores ideas de reconstrucción del mundo merecido por todos, hasta hubo chance para contar la historia del nuevo amor o del romance que ya acabó.
Los comedores también retomaron una de sus múltiples funciones: el juego. Se desempolvaron los juegos de mesa, el stop, ludo, monopolio, quien quiere ser millonario, damas chinas, cartas españolas o las de uno, sin dejar a un lado el ahorcado, entre otros tantos. Ni hablar de los libros impresos que se leyeron o no se terminaron de leer con todo y el subrayado con lápiz o resaltador y las acotaciones al lado del párrafo que tanto llamo la atención.
Las calles y los pasillos de los edificios reestrenaron sonidos: el de los niños y adolescentes jugando. De los closets y maleteros saltaron balones, patines, patinetas y bicicletas, raquetas de tenis, la niñas jugaron de nuevo pisé y esos juegos de manos que se hacen con unas canciones,que no sé cómo se llaman, los niños volvieron a llegar sucios y sudados a la casa, y aunque tampoco había agua para el mejor protocolo de aseo, había nuevas sonrisas, nuevas historias felices y nuevas maneras de relacionarse en el mundo digital ahora apagado, salieron todos: niños, jóvenes y adultos de la vida virtual.
Que viva la luz y también la electricidad
No cabe duda que la electricidad ofrece beneficios a la existencia de la humanidad y que la pérdida del servicio y de los otros asociados a este generan una crisis en todas las aéreas del vivir que debe atenderse como corresponde el proceso de generación y distribución de la electricidad para evitar el caos que su ausencia produce.

Igual atención merecen nuestras relaciones, las cercanas y las lejanas, las que se tiene con los miembros de la familia que tenemos bajo el mismo techo, en la misma cuadra, el mismo edificio. Atender la crianza de los más pequeños, retomar el valor que le dimos antes de comprarlo, a aquel objeto que funciona sin electricidad y darle uso, volvamos por un rato cada semana a los juegos de mesa, a las conversas con café en la sala, al abrazo y a dejarnos caer en el regazo de un familiar. Volvamos a mirarnos a los ojos con la intención de adivinarnos y a reír sin emojis hasta que nos duela la panza.
Que viva la luz que somos sin electricidad y también con ella…
