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Cada día nos enfrentamos a eventos retadores para nuestra sensibilidad. Desde llegar tarde a la oficina, hasta un incidente inesperado pueden cambiar radicalmente nuestro estado de ánimo durante el día.

En general, los estados de ánimo se prolongan en el tiempo y pueden ser mucho más duraderos que una emoción. Tal como ocurre cuando despertamos de mal humor y esta irritabilidad permanece a lo largo del día.

Por el contrario, aquellos días en los que amanecemos de buen humor pareciera que el mundo se percibe con optimismo y creemos que podemos lograr todo lo que nos proponemos.

Los psicólogos recomiendan que la mejor manera de identificar nuestro estado de ánimo es escuchar atentamente nuestro entorno, atender por ejemplo al sonido de las aves en la mañana y preguntarnos ¿cómo me siento?, ¿qué me produce?, de esta manera podemos ir identificando lo que activa nuestra paz mental y nuestra irritabilidad.

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¿Cómo diferenciar una emoción del estado de ánimo?

Primero que nada hay que saber que las emociones están relacionadas directamente con el estado de ánimo. Un estado de ánimo es la evolución de una emoción, que en un principio se percibió sutilmente.

Podemos referirnos por ejemplo al estado de ánimo de irritabilidad pudo haberse originado en la percepción de un evento que haya desencadenado la ira. Lo que quiere decir que la ira derivó en un estado de ánimo de irritabilidad o mal humor.

Tal como ocurre luego de la ira que se manifiesta por una discusión labora y posteriormente se desencadena un estado de ánimo de irritable o iracundo en la oficina.

Determinantes del estado de ánimo

Como ya hemos señalado una emoción que puede ser sutil puede derivar en un estado de ánimo que se prolonga en el tiempo y que puede afectar profundamente nuestra forma de vivir los días.

Aquí te mostraremos algunos casos:

El miedo deviene en un estado de ánimo de angustia o ansiedad

La tristeza se convierte en melancolía y nostalgia

La alegría en buen humor

La vergüenza en culpa

Conoce tus emociones

La clave está en detenerse a observar y escuchar. A veces la vida suele moverse tan aceleradamente que pareciera un tren bala en el que no se percibe el paisaje, por esto la clave está en mirar con detenimiento y detenernos a contemplar el espacio, el momento.

La meditación puede ser una estrategia para adentrarse en el mundo psíquico y escuchar nuestro mundo interior para saber cuáles son los estímulos para nuestras emociones.