En ocasiones experimentamos un excesivo optimismo, que si llegase a transformarse en desmesurado, corremos el riesgo de desembocar en una euforia temporal, como consecuencia de situaciones personales ancladas a momentos de la vida, donde se nubla la realidad y todo se torna de color rosa

En este artículo ofreceremos una guía para reconocer y evitar las emociones que nos llevan del optimismo desmesurado al pesimismo derrotador. ¡Sigue leyendo! – (Imagen superior de Sonia Segura en Pixabay)

Tales situaciones no tienen nada que ver con la actitud optimista genuinamente interiorizada. Más bien, esa pasión se puede tornar rápidamente en una tristeza profunda ante la primera caída, por la visión distorsionada de una realidad en la que existen aspectos sobre los que no tenemos control.

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El verdadero optimismo nos puede servir de ayuda para sobrellevar imprevistos, ya que ofrece un camino menos espinoso hacia la vida que se elige vivir y a llegar al concepto propio de éxito.

La persona optimista muestra al mundo lo más bello que tiene, y esa cualidad es percibida por todos los que le rodean, que se ven directamente beneficiados.

“Si lloras porque el sol se ha ocultado, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”

Tagore

Como contraparte del optimismo, el pesimismo representa la otra cara. Donde el optimista vé el vaso medio lleno, el pesimista lo verá medio vacío. Ante una dificultad, el pesimista no logrará ver posibles soluciones. No buscará el mejor lado de la situación ni dará pasos para generar un cambio; dando por hecho que no tiene nada que hacer para poner la partida a su favor, sumergiéndose en una absoluta oscuridad y dándose por vencido.

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No se puede negar que llegan momentos de dificultad donde los problemas parecen asfixiar. Momentos en los que no se tiene margen para dar grandes pasos. Pero el optimismo permite percibir la realidad tal cual es, transitar los miedos, buscar la manera de disminuir la tensión que produce, sin añadir a esos obstáculos la carga de negatividad que el pesimismo contiene, y que puede dar paso a excesos de ansiedad o depresión.

¿El pesimismo o el optimismo se aprenden?

Definitivamente, el ambiente en el que se crece tiene influencia como muchas otras cosas, sea cual sea; porque, desde pequeños, asimilamos las actitudes que vivimos, desde enfoques fatalistas hasta la fuerza interior para abrir puertas. Es innegable que el pensamiento positivo incide de manera benéfica en cualquier persona.

Claves para caminar hacia el optimismo auténtico

  • Primar lo positivo sobre lo negativo.
  • Aceptar las diferentes situaciones que ocurren, ampliando la visión a las diferentes posibilidades
  • Planificar metas a corto, mediano y largo plazo, reconociendo que herramientas que se tienen para conseguirlas.
  • Intentar ser constructivo en lo que se hace y se dice.
  • Asumir los tropiezos, que sirvan de trampolín para futuros éxitos.
  • Evitar las comparaciones.
  • Cultivar la paciencia.
  • Por último, y no menos importante: nunca perder la Fé, más allá del concepto religioso, como la certeza de que todo lo que viene, conviene.
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A todo lo anterior podemos agregar otra serie de valores de los que se nutre el optimismo y entre los que podemos enumerar: la autoestima, la voluntad y la tenacidad, entre otras, que podrían hacer interminable esta lista.

Tanto el optimismo como el pesimismo son elecciones personales. Ambas posibilidades están allí delante, frente a nosotros, esperando la elección. ¿Elegiremos la oscuridad o la luz?

¡Hasta la próxima!

A tu salud…