Puede que hasta la persona que lea este post, tenga problemas de tensión, que al principio no suelen dar síntomas; pero que es una enfermedad frecuente a partir de los 40 años, cuando la presión se eleva por encima de los 140/90 mm/Hg; anunciándose con dolores de cabeza, sangrado de nariz, alteraciones de visión y pitidos en los oídos
Desde hace cientos de años, se recomienda hacer ejercicio físico para reducir la presión arterial; evitando las consecuencias que la hipertensión genera en la salud. Hasta ahora, los consejos se centraban, más que nada, en la cantidad de ejercicio que debía realizar cada persona en la semana.
Normalizar las cifras de tensión arterial deben controlarse en la consulta de Atención Primaria y a domicilio; la hipertensión es la causa de insuficiencia cardíaca, además de la angina de pecho, infarto de miocardio, enfermedad cardiovascular y fibrilación auricular.
La presencia de la hipertensión arterial se incrementa por el riesgo de muerte súbita; el ejercicio previene el envejecimiento del sistema vascular, dotando a las arterias de musculatura propia. Ejercitarse, con regularidad, permite entrenar las arterias para que respondan a los cambios de flujo.
Reducir la presión sin ejercicio
Reducir la sal, procurar una alimentación equilibrada, no fumar y gestionar correctamente el estrés; éstas son las armas más potentes con las que cuentan las personas para reducir la presión arterial.
Sin embargo, el ejercicio es sin ninguna duda la mejor vacuna contra las consecuencias adversas del sedentarismo. Las poblaciones activas, se ha demostrado con diversos estudios, tienen menos riesgos de sufrir enfermedades arteriales.
En aquellas personas con una presión inferior a 150/90 mmHg, el método más eficaz para reducir las cifras es hacer ejercicios aeróbicos; al menos durante 30 minutos, con una intensidad moderada de 5 a 7 días a la semana. Esto equivaldría, al menos, a 150 minutos semanales.