Una dieta a base de plantas es un tipo de alimentación que se centra en el consumo de alimentos de origen vegetal, como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, semillas y frutos secos. Estos alimentos aportan una gran variedad de nutrientes, como vitaminas, minerales, antioxidantes, fibra y fitoquímicos, que tienen beneficios para la salud y la prevención de enfermedades.

Una dieta a base de plantas no significa necesariamente eliminar por completo los productos de origen animal, como la carne, los huevos o los lácteos, sino reducir su frecuencia y cantidad, y dar prioridad a los alimentos vegetales.

Existen diferentes grados de adherencia a una dieta a base de plantas, desde el veganismo, que excluye totalmente los productos animales, hasta el flexitarianismo, que los incluye ocasionalmente.

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¿Qué beneficios tiene una dieta a base de plantas?

Los estudios científicos han demostrado que las personas que siguen una dieta a base de plantas tienen un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, hipertensión, algunos tipos de cáncer y mortalidad por todas las causas. Esto se debe a que los alimentos vegetales ayudan a regular el colesterol, la glucosa, la presión arterial, el peso corporal y la inflamación, entre otros factores.

Además, una dieta a base de plantas tiene beneficios para el medio ambiente, ya que contribuye a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el uso de agua, energía y tierra, y la deforestación asociados a la producción animal. Así, una dieta a base de plantas puede ser una forma de cuidar tanto de nuestra salud como del planeta.

¿Cómo seguir esta dieta?

Para seguir una dieta a base de plantas, se recomienda seguir las siguientes pautas:

  • Aumentar el consumo de frutas y verduras, tanto frescas como congeladas, secas o en conserva. Se aconseja consumir al menos cinco raciones al día, de diferentes colores y variedades, y preferiblemente con piel.
  • Elegir cereales integrales, como el arroz, la quinoa, la avena, el trigo sarraceno o el centeno, en lugar de cereales refinados, como el pan blanco, la pasta o el arroz blanco. Los cereales integrales contienen más fibra, vitaminas, minerales y fitoquímicos que los refinados.
  • Incluir legumbres, como los garbanzos, las lentejas, los frijoles o la soja, en la alimentación diaria. Las legumbres son una excelente fuente de proteína vegetal, fibra, hierro, calcio y otros nutrientes. Se pueden consumir enteras, en forma de puré, hummus, falafel o hamburguesas.

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  • Consumir frutos secos y semillas, como las almendras, las nueces, las semillas de girasol o las de chía, con moderación. Estos alimentos son ricos en grasas saludables, proteínas, fibra, minerales y antioxidantes. Se pueden añadir al yogur, a las ensaladas, a los batidos o a los postres.
  • Limitar o evitar el consumo de productos de origen animal, especialmente los procesados, como las salchichas, el jamón, el queso o la mantequilla. Estos productos contienen altas cantidades de grasas saturadas, colesterol, sal y aditivos, que pueden ser perjudiciales para la salud.
  • Beber agua como bebida principal, y evitar las bebidas azucaradas, alcohólicas o con cafeína. El agua es esencial para el buen funcionamiento del organismo y ayuda a eliminar las toxinas. Se recomienda beber al menos 1,5 litros de agua al día.

Una dieta a base de plantas puede ser una opción saludable, sostenible y deliciosa, siempre que se planifique adecuadamente y se cubran las necesidades nutricionales de cada persona. Para ello, se puede consultar a un profesional de la nutrición o a un médico, que podrá orientar y asesorar sobre la mejor forma de seguir una dieta a base de plantas.

Fuente: aarp

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