El verano es la época propicia para introducir algunos cambios en la dieta en beneficio de las opciones más saludables; debido a la disponibilidad de una mayor variedad de alimentos como las frutas, en detrimento de los alimentos ultraprocesados.
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La clave puede ser tener la fruta lavada y cortada en la nevera, lista para comer o preparada en batidos. La afición a las ensaladas de verano, también, pueden consolidarse si las convertimos en un plato templado el resto del año, así como las aguas saborizadas, frente a las bebidas calóricas.
Comer rico, saludable y variado es posible. E incluso, una opción fácil y atractiva si se conocen algunas claves y trucos, que facilitan la toma de decisiones a la hora de escoger un alimento.
Sin embargo, en verano las rutinas cambian. Con ello, los hábitos alimenticios con pautas saludables, con mayor ingesta de verduras y frutas. La consecuencia es que en verano, habitualmente, comemos menos pero lo hacemos peor, por lo que acabamos la temporada con una media de tres kilos de más.
“Ingerimos menos cantidad de alimento, por ejemplo, una tapita en un bar y un helado, que parece menos que un gran plato de alubias pero la realidad es que aunque el volumen sea menor la densidad energética es mayor”, explicaron a CuídatePlus los expertos.
Comer menos en verano
El mayor consumo de bebidas alcohólicas, refrescos, helados y dulces también explican este aumento de peso. Tal cual con las comidas fuera de casa, estas tienden a engordar más por sus altos contenidos en carbohidratos y grasas.
Violeta Ramírez, coordinadora del grupo de trabajo de Alimentación y nutrición de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC), pone un ejemplo claro de lo que puede suceder con la fruta: “en mi casa cuando la sandía está en la nevera cortada en trocitos vuela; en cambio cuando está entera dura mucho más”.