Como hemos hablado en anteriores ocasiones, la experiencia de nuestra vida nos permite afirmar que la mente no para de parlotear. Le encanta mantenerse muy ocupada con preocupaciones sobre el pasado o el futuro y sobre lo que no tenemos control. Nos aleja del presente, el aquí y el ahora

El ritmo en que vivimos nuestra vida nos exige disponibilidad en todo momento. Nos bombardea constantemente con información que divide nuestra atención y nos impide estar conscientes y mantenernos centrados en aquello que estamos haciendo.

Imagen superior cortesía de Gerd Altmann en Pixabay

En general, nos movemos por la vida con el piloto automático activado. Nos perdemos de disfrutar de actos simples y sencillos, como sería jugar con nuestros hijos, escuchar activamente alguna persona querida, o simplemente percibir el aire que llega a nosotros a través de la respiración consiente.

En ocasiones, los automatismos nos llevan a reaccionar de manera indeseada, hablando en un tono desagradable a nuestros seres queridos –porque estamos estresados o ansiosos y no sabemos cómo evitarlo, sintiéndonos mal con nosotros mismos después-, actuando desde el enfado, la angustia o por el miedo.

Allí es cuando hacerse presentes, estar conscientes, representa un recurso valioso.

La atención plena es simplemente prestar atención, pero de una manera en que no solemos hacerlo: intencionalmente, con ecuanimidad y sin los filtros conceptuales y emocionales

Cuando usamos nuestra atención de esta forma, estamos añadiendo el elemento central para acabar con los automatismos, estamos añadiendo consciencia.

Cuando logramos estar conscientes, además de mantenernos focalizados únicamente en aquello que está sucediendo en el presente, reducimos la divagación mental. Y, lo que es más interesante, podemos, como dijo Viktor Frankl, encontrar el espacio necesario para elegir cómo vamos a actuar, podemos ser realmente libres y comportarnos, con nosotros mismos y los demás, de la manera en que realmente deseamos hacerlo.

Existen diversos ejercicios que pueden ayudarnos a conseguir esta consciencia para darnos cuenta de nuestros mecanismos internos, además de los patrones comunes con los que solemos comportarnos cuando nos encontramos en determinadas situaciones.

Observar tus pensamientos y también hacerlo detalladamente con las palabras que salen de tu boca.

Estar conscientes
Imagen referencial cortesía de Gerd Altmann en Pixabay

Por ejemplo, la próxima vez que vayas a hablar con alguien, realiza un par de respiraciones conscientes y hazte preguntas como las siguientes:

  • ¿Las palabras que voy a pronunciar ahora, con la manera en la que voy a interactuar con esta persona, ¿me acerco o me alejo de la persona que quiero ser?
  • ¿Estas palabras aportan algo a la persona que las escucha?
  • ¿Estas palabras me fortalecen o por el contrario, me debilitan?
  •  ¿La madre o el padre que me gustaría ser, le hablaría de esta forma a su hijo/a?
  • ¿El amigo que quiero ser, usaría estas palabras para hablarle a este amigo al que aprecio?

Te pongo un ejemplo practico:

Estar conscientes
Foto Referencial

Hace algunos días, alguien que aprecio me expresó que le gustaba mucho lo que escribía y que siente que lo han ayudado a reflexionar…a lo que contesté, que el merito es suyo, que fue su decisión leerme y hacer reflexión de temas que resonaban en su vida….que ha comenzado a dar los pasos para mejorar su vida…

Con esto no solo estoy siendo muy sincera, también estoy fortaleciendo su autoestima.

Tomar consciencia es un ejercicio sencillo que puede marcar la diferencia entre actuar de manera automática o hacerlo de una manera congruente con nuestros valores personales.

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A tu salud…