Todos hemos recurrido a una pequeña «mentira piadosa» para evitar un conflicto o proteger a un ser querido. Sin embargo, existe un patrón de engaño que trasciende la mentira ocasional, convirtiéndose en una necesidad incontrolable: la mitomanía o mentira patológica. Esta condición va más allá de la simple falsedad; es una compulsión que impulsa a la persona a fabricar historias de manera constante, sin un beneficio claro e inmediato.

Esta conducta destructiva, si bien no está clasificada como un trastorno independiente, es un síntoma de un problema psicológico subyacente que requiere atención. La mentira se convierte en un mecanismo de defensa o en una estrategia para construir una identidad que se percibe como deficiente. Entender las causas profundas y buscar ayuda profesional es el único camino para romper este ciclo de falsedad.

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La mecánica de la mentira compulsiva

La mitomanía se caracteriza por un patrón recurrente de fabulación en el que la persona parece perder el control sobre la veracidad de su discurso. Las mentiras suelen ser elaboradas, dramáticas y frecuentemente colocan al mitómano en el centro de la narrativa, ya sea como héroe o como víctima.

El núcleo del problema no reside en el engaño en sí mismo, sino en la necesidad psicológica que lo alimenta. Para el mitómano, mentir alivia una tensión interna similar a la de una adicción.

Esta compulsión suele estar impulsada por una profunda inseguridad personal y una baja autoestima. La persona busca desesperadamente la aprobación, la admiración o la atención que siente que su vida real no le proporciona.

  • Dificultad para resistir el impulso de mentir.
  • Las historias suelen ser exageradas o fantásticas.
  • Necesidad de crear una imagen personal grandiosa o dramática.
  • Con el tiempo, la persona puede llegar a creer sus propias invenciones.
  • Las mentiras a menudo carecen de un beneficio tangible.

Raíces del comportamiento

La mitomanía rara vez existe sola; a menudo es la manifestación de otros desafíos emocionales o trastornos de la personalidad. Por ejemplo, puede asociarse con rasgos narcisistas o histriónicos.

La mentira funciona como un refugio frente a una realidad que resulta insoportable o insatisfactoria para el individuo. Es una forma de huir del «yo» real y construir un «yo» idealizado.

El riesgo más significativo es el aislamiento, pues la acumulación de falsedades erosiona la confianza en las relaciones personales. Esto profundiza la soledad, reforzando la necesidad de mentir para obtener conexión.

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El camino hacia la veracidad

Abordar la mitomanía requiere la intervención de un psicólogo o psiquiatra. El Dr. Ricardo Rojas, psiquiatra con experiencia en trastornos de la personalidad, enfatiza que el tratamiento debe enfocarse en la causa raíz.

La terapia cognitivo-conductual (TCC) es la opción más común, buscando identificar los patrones de pensamiento que desencadenan el impulso. Se trabaja para mejorar la autoestima y las habilidades de comunicación sincera.

El objetivo terapéutico es que el paciente aprenda a tolerar la ansiedad y a aceptar su realidad sin necesidad de alterarla. Reconocer el problema es un paso liberador que facilita la recuperación de la credibilidad perdida.