El síndrome de Ulises designa un conjunto de indicios emocionales que socavan al migrante.

Pero que también recuerda al personaje ficcional de la novela La Odisea, Ulises, quien se encuentra fuera de su tierra natal, Ítaca, a la cual desea volver, a la vez que sufre el desarraigo.

El síndrome de Ulises del migrante

Explica la Psicólogo Clínico y Social, Yorelis Acosta, que este síndrome “no es una clasificación patológica, pero reúne el estado emocional del migrante”, desde el momento en que piensa emprender el viaje. Un plan que puede ser planificado o no.

“Hay gente que de un día para otro toma esa decisión de marcharse, sin hacer los cierres respectivos, sin las despedidas de su familia, ni sus cosas materiales, de su casa, de su historia e incluso de cosas que son importante, pero que no lo hacemos consciente”.

Foto de Ahmed akacha: Pexel

Agrega la especialista que dentro de la categoría del síndrome de Ulises podemos encontrar a aquellas personas que se debaten en la disyuntiva de irse o no. “Hay un sufrimiento inicial, unas expectativas que no se van cumpliendo en su país”. Apunta que esto “en el fondo es un malestar que lo va agotando física y emocionalmente”.

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En la experiencia del migrante hay “un conjunto de emociones, todas muy terribles, que te van socavando el alma”. Ya que, enfatiza Acosta, “ellos van atravesando una situación muy dura. Pero nosotros también, como familiares o como venezolanos, vamos sufriendo por los otros”.

¿Cómo hacer que el síndrome de Ulises no sea traumático?

En el plano ideal, lo conveniente sería que el migrante planifique su partida. Es decir, cumplir con ciertos ritos, como las despedidas de los familiares y seres queridos. Así como también informarse de los lugares de acogida; indicò la especialista.

Explicó que la OMS y demás organismos internacionales que asisten a los migrantes “saben que el tema emocional, el tema psicológico, deben prestarle atención”.

Precisamente porque se ha evidenciado que emociones como la desesperanza, la culpa, la tristeza ,acompañan y merman las fuerzas del migrante. Incluso al punto de que «cuando llegues al sitio de acogida puedes estar estar destruido física y emocionalmente”.

La atención física del migrante es clave

Puntualiza la psicólogo clínico venezolana, que la salud y atención física del migrante es prioridad, más ahora. Pues, “van con niños también”, obligando a nuevas preguntas como “¿en qué condiciones físicas están esos niños? ¿Hay que vacunarlos? ¿Están trayendo algún tipo de enfermedades o están llegando desnutridos?”; asimismo el lugar de descanso y el trabajo abonan a la salud integral del migrante, explicó Acosta.

De modo que una vez cubierto y atendidas estas necesidades, “los aspectos psicológicos y la salud mental van quedando de lado”.

Aclara la especialista que para no desfallecer por el síndrome de Ulises, “necesitas unas competencias emocionales para migrar” y enumera las principales: “saber despegarte de los tuyos, saber lidiar con emociones muy fuertes, tener una reserva psicológica…”

Competencias emocionales

Indica Acosta que una competencia emocional clave en el migrante es la “apertura a los cambios”, que aporta “flexibilidad de pensamiento”, que sin ellas “la integración al nuevo espacio se hace difícil”.

La adaptación,  las “conductas de autocuidado” y “el contacto con el bienestar”, por ejemplo, escuchar música o esparcirse, son otras competencias emocionales que hacen que el síndrome de Ulises no sea tan lacerante para el migrante. Ya que “van alimentar el alma y te van a dar una emocionalidad más equilibrada”, concluye la psicólogo clínico, Yorelis Acosta.

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